La protección del patrimonio gastronómico como vehículo de arraigo y de emoción
El emoturismo es una tendencia emergente basada en la búsqueda de experiencias enriquecedoras que despierten los sentidos y sacudan la memoria.
A diferencia del turismo convencional, que prioriza los destinos y los itinerarios prediseñados, este modelo coloca al visitante en el centro de la experiencia, convirtiéndolo en protagonista de una vivencia única y personal.
Esta concepción responde a los profundos cambios sociales, generacionales y tecnológicos, que transforman la manera en que las personas viajan y se relacionan con el mundo que les rodea.
El emoturismo se extiende a cualquier vivencia que impacte sensiblemente al receptor.
Todas las generaciones participan de esta tendencia en cierta medida, aunque las más recientes, consumidoras de turismo, desempeñan un papel especialmente destacado. Huyen de los destinos estandarizados y adaptados al turista, en busca de la autenticidad como experiencia existencial. Aquí, la gastronomía deja de ser un simple complemento y se convierte en el hilo conductor de una inmersión profunda, donde el relato culinario, la procedencia de los productos, la herencia gastronómica y el contacto directo con las personas locales facilitan que la persona visitante se sienta parte del lugar.
Ante las amenazas de la globalización y la homogeneización cultural, la cultura gastronómica emerge como un potente símbolo de identidad y resistencia.
En este contexto, la labor de la Asociación Patrimonio Gastronómico Protegido – APPG cobra una relevancia fundamental, ya que lidera la certificación y salvaguarda del patrimonio culinario mediante acciones concretas que buscan preservar la diversidad, fortalecer la sostenibilidad y consolidar cada destino como único y diferenciado.
Gracias al compromiso y la visión de esta asociación, la protección del saber culinario tradicional se convierte en una herramienta clave para afrontar los desafíos del presente y garantizar su continuidad en el futuro.